El actor actual
Señoras, Señores: Al hablar sobre "el actor actual", debo referirme, ineludiblemente, al actor que pertenece -como yo- a la que se ha llamado "la generación del 41"; generación que, de simples aficionados, nos hemos convertido en profesionales del teatro en todo el profundo sentido que el término profesional significa: entrega, rigor y devoción.
Yo pienso que nosotros, "los actores actuales", estamos fuerte e innegablemente comprometidos con nuestra época y nuestra sociedad.
Y, lo más importante, parece ser que estamos empezando a tomar conciencia verdadera y madura de este compromiso: de que el Arte del Teatro, no puede sólo jugar un papel de mero pasatiempo, sino que además y preferentemente, debe cumplir una misión formativa, orientadora y crítica para la sociedad.
Entendemos o empezamos a entender que el actor de este momento tiene la obligación moral y material de, por lo menos, estar informado del acaecer del mundo. Y no sólo informado: debemos estar implicados en el asunto.
Cuando recibo de parte de un autor un texto donde mi época está retratada con verdad, con sinceridad, yo actor, no tengo derecho a ser un mero transmisor superficial; a sólo "jugar" frívola y superficialmente sin que la angustia del creador del texto me roce o me conmueva.
París, 1953. Fotografía de Guillermo Núñez, Escenógrafo y Pintor (Premio Nacional de Arte 2007).
Al entregar ese texto al público, debo hacerlo impregnado también con mi propia vibración interior, con mi propia angustia, mi propia implicación, mi propio compromiso con la problemática o la situación reveladora y significativa que ese autor presenta.
No podemos olvidar nuestra época, por que no ha sido un tiempo ni feliz ni abundante ni fácil. Muy por el contrario: yo me atrevería a decir que es un tiempo feroz.
Nacimos adustos y viriles al arte dramático porque dramáticos eran los gérmenes que nos engendraban y dramático el momento histórico.
La presencia de García Lorca, tremenda como una acusación y como un legado, se irguió necesaria entre nosotros y su voz sonó a mandato inspirador: "Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera".
Estas palabras de García Lorca fueron el gran germen promotor que gestó el Teatro Experimental, heredero americano de "La Barraca": juvenil, combativo, vanguardista.
Este planeta en que navegamos ha dado y sigue dando demasiados tumbos trágicos como para pensar que nuestra época es una época rosada. De García Lorca hasta nuestros días, mucho de grande y de mezquino ha ocurrido y queda mucho por ocurrir de erróneo o de tremendo, para que nuestro espíritu pueda relajarse y pensar como artistas en la "estética pura" o en la locura bohemia.
Esta toma de conciencia del mundo y del tiempo en que vivimos ha sido facilitada y enriquecida por la oportunidad que hemos tenido, la mayoría de nosotros, de tomar contacto con el mundo exterior de Chile.
Extracto de la intervención de Jorge Lillo N. en el "Encuentro de dos generaciones del Teatro Chileno"
realizado en Santiago el año 1961, con motivo de cumplirse 20 años del nacimiento del teatro universitario.