Los primeros años
A pesar de las críticas iniciales, el movimiento de renovación continuó, haciendo desaparecer de las presentaciones la improvisación y los conocidos "apuntadores", encargados de dictar, desde abajo del escenario, los libretos a los antiguos profesionales. Convenció a los cómicos de la necesidad de estudiar sus papeles y dio prestigio social a la profesión. De esta manera la rivalidad fue disminuyendo poco a poco hasta desaparecer, siendo sustituida por un deseo de emulación que terminó beneficiando notoriamente al teatro chileno.
A modo de ejemplo de esto último, está el estreno en 1952 de la obra La dulce enemiga de Andri - Paul Antoine, montada por Rafael Fontaura (gran actor de la vieja escuela y anterior crítico ferviente del nuevo movimiento teatral) y Alejandro Flores, con ayuda del escenógrafo Raúl Aliaga. La puesta en escena exigía un doble escenario giratorio, de esta manera dejaron de lado su orgullo y pudieron demostrar que ellos también eran capaces de renovarse. Sin embargo la renovación nunca fue completa, en parte porque los antiguos profesionales, difícilmente renunciaron a los modos tradicionales, y sobre todo porque dependían del público para subsistir, por lo tanto su repertorio debía ser atractivo para la gente, a diferencia del Experimental y los demás, que eran financiados por las universidades, lo cual les permitía una mayor libertad a la hora de elegir sus montajes.
París 1953 Fotografía de Guillermo Núñez, Escenógrafo y Pintor
(Premio Nacional de Arte 2007).
Finalmente, y luego de un arduo trabajo, el Teatro Experimental de la Universidad de Chile pudo dar por cumplidos, a mediados de los años '50, los cuatro puntos que formaban su programa inicial: se había logrado la renovación técnica necesaria para poder montar adecuadamente las mejores obras de la dramaturgia universal; se disponía de escuelas de teatro en las que se formaban profesionales capacitados y se había conseguido un público asiduo a los espectáculos formado principalmente por miembros de la pequeña y mediana burguesía y el medio intelectual. Incluso podía hablarse ya de una nueva generación de dramaturgos que había crecido al amparo del movimiento renovador, cuyas obras eran estrenadas, muchas de ellas con éxito, por los teatros universitarios.
Con el tiempo muchos de los actores del Experimental se fueron disgregando, algunos derivaron al ITUCH y otros formaron sus propias compañías, pero su paso por el conjunto dejó profundas huellas en cada uno y en su manera de enfocar el arte de la actuación, ya que desde el momento en que un grupo de jóvenes estudiantes del Instituto Pedagógico, liderados por Pedro de la Barra, se unió para forjar un sueño en 1941,llegó a marcar un importante hito o incluso, una división entre dos momentos de la historia del teatro chileno.